Entre los numerosos inventos que debemos al ingenio de los chinos, parece contarse también el papel moneda. Desde la más remota antigüedad, los chinos realizaban los intercambios comerciales sobre la base del trueque. Hasta mediados del segundo milenio a. C., se empleaban como medios de pago los llamados cauríes, pequeñas conchas que han permanecido en uso en algunas partes de Asia y África hasta hace pocas décadas. Con la dinastía Han (206 a. C. -220 d. C.) aparecieron las famosas monedas chinas provistas de un agujero en el centro para ser ensartadas, conocidas como , cash, por lo general de bronce, y que también han permanecido prácticamente sin modificaciones hasta hoy. Mucho más raras eran las monedas de oro y plata, que se usaban para las transacciones comerciales más importantes y presentaban forma de panes o lingotes, Además de las monedas existían otros medios de pago, que sin embargo no pueden considerarse papel moneda, y menos aún billetes de banco. En el cuarto año del reinado del emperador Wu, de la dinastía Han (año 119 a. C.), los aristócratas pagaban un tributo a la corte, constituido por fragmentos de piel de gamo de diversos formatos y colores. Entre los años 200 y 600 d. C., para los pagos elevados se utilizaban a menudo rollos de seda de tamaños estándar. A este período (hacia el año 200 d. C.) se remonta la invención del papel. Los chinos fueron los primeros en hacer uso de aquella delgadísima capa situada entre la corteza y el tronco de la morera, llamada , libro y de la que se extraía un tipo de papel por lo demás no muy resistente. El primer uso monetario de este papel fueron recibos bancarios, que comenzaron a emplearse como medios de pago. Obviamente, no existían bancos propiamente dichos; se trataba de tiendas privadas que aceptaban depósitos de metales preciosos, por los cuales recibían remuneraciones, comprometiéndose a transferir sumas a distancia. También había cooperativas de préstamos y asociaciones de parientes y amigos que financiaban sucesivamente a uno o más miembros o incluso a extraños, con tasas fijadas por el gobierno a fin de evitar las especulaciones. Los monasterios tenían sus propias casas de empeño y debían someterse a las disposiciones gubernamentales, que eran muy severas, hasta el punto de que llegaba a aplicarse la pena capital a los transgresores.
La ‘moneda volante’
Todas estas instituciones, nacidas con la difusión de las monedas, emitían sus recibos, y junto a éstos, a fin de realizar transferencias de sumas a distancia, libraban órdenes de pago. Las provincias debían enviar a la capital las entradas en dinero en concepto de impuestos, y la administración central, a su vez, debía mandar a las provincias el dinero necesario para adquirir té. Con objeto de evitar estas dobles transferencias de fondos, con todos los riesgos que cabe imaginar, se recurrió a las órdenes de pago llamadas fei-chien, literalmente moneda volante de las que hace mención Marco Polo en su Libro de las maravillas. Los comerciantes de té depositaban sus ingresos en las cajas imperiales de la capital, y a cambio obtenían aquellos recibos, que presentaban a las administraciones financieras provinciales, para hacerlos efectivos. Tras el éxito de la experiencia de la moneda volante, alrededor del año 800 d. C. apareció el primer papel moneda para pequeños pagos. En la provincia de Szechwan circulaban monedas de hierro, pero como eran toscas y pesadas, el público prefería depositarlas en las tiendas de crédito y obtener a cambio recibos de papel, mucho más cómodos. Más tarde, bajo la dinastía Song (960-1279), estos recibos fueron legalmente reconocidos. El monopolio de la emisión se confió al principio a dieciséis comerciantes, y a partir del año 1023 lo ejerció directamente el Estado. Cada emisión debía circular durante tres años como máximo. !>
Papel moneda e inflación
El uso de este papel moneda propiamente dicho se difundió con bastante rapidez. Muchos gobiernos locales recurrieron a emisiones autónomas, aumentando o reduciendo su duración según las exigencias. La dinastía mongola de los Yuan (1279-1368) acudió a esta forma de pago para abonar la soldada de sus tropas. El incremento de los gastos estatales y militares hizo crecer desmesuradamente las emisiones, que extendieron la inflación. En 1311, la administración declaró ilegal el comercio de oro y plata, que fueron retirados: en consecuencia, los billetes quedaron como única moneda de curso legal. Hacia mediados del siglo XIV, un mar de papel había invadido no sólo China, sino también los países limítrofes, y significó la ruina de la economía. La sospecha de las gentes y la impaciencia de los comerciantes provocaron la pérdida total de valor de estos trozos de papel, y volvieron a ser de uso común los lingotes de oro o plata para el pago de sumas elevadas, y luego para todas las transacciones. En el siglo XVI, durante la dinastía Ming (1368-1644), se decretó que todo el oro en circulación se depositara en las instituciones de crédito, para proceder a una nueva emisión de papel. Luego, la medida se extendió a las monedas de plata y de cuero. Pero entre la población, que recordaba la inflación pasada, corría la voz de que el papel moneda acarreaba desgracia, y de hecho una enésima inflación fue una de las causas del fin de la dinastía Ming, También la dinastía que la siguió, la Oing (1644-1912), se empeñó en ignorar las lecciones de la historia e intentó una nueva emisión; sin embargo una revuelta popular determinó el rápido fin del experimento. En 1814, el emperador Chan Chiou reprobó públicamente al poeta Chang-Gi-ting, que propugnaba el retorno del papel moneda, y téngase en cuenta que una reprobación pública imperial constituía una severísima advertencia a la que podía seguir incluso la muerte. En 1852 reapareció el papel privado en las provincias, que el Estado toleró pero no respaidó con el reconocimiento oficial. Siguieron las emisiones de la rebelión de Tai ping (Gran paz) (1848-1864), pero hubo que esperar a 1908 para que se efectuaran las primeras emisiones de billetes de banco semejantes a los occidentales.
La prehistoria de la banca
Si debemos la paternidad del papel moneda a los chinos, no es menos cierto que en la antigüedad existían ya instituciones que, por las funciones que desempeñaban, se acercaban a los bancos. Obviamente, no cabe hablar de banco en el sentido moderno de la palabra, entre otras razones porque en las civilizaciones sumeria y babilónica la economía era premonetaria, pues no circulaba (puesto que no existía) ningún tipo de moneda acuñada. La mayor parte de los bienes se valoraba en cebada o trigo, y sólo muy tardíamente comenzaron a circular entre los babilonios lingotes de oro y plata para los pagos elevados, Por estas razones, es difícil fijar una fecha de nacimiento de la banca. Las primeras actividades bancarias, en el sentido moderno del término, consistieron en la aceptación de depósitos y en la concesión de préstamos. Remitiéndonos a los documentos más antiguos, parece que el depósito nació antes que el préstamo. Los sumerios, por ejemplo, con ocasión de guerras o viajes prolongados, depositaban en los templos enormes cantidades de bienes de todas clases. El templo era sin duda el lugar más seguro, tanto por su carácter sagrado y por tanto inviolable, como porque lo defendían hombres armados y murallas muy espesas. En el interior podía haber hasta veinte grandes almacenes para los diversos géneros: trigo, cebada, fruta, lana, etc. Los sacerdotes o los escribas llevaban una auténtica contabilidad de las entradas y salidas, anotando los depósitos (o los préstamos) en tablillas de arcilla. Se entregaban como recibo otras tablillas, copias de las anteriores, y al término de cada semana todas las operaciones relativas a un tipo de género se recogían en otra tablilla. Cada mes se hacía un resumen, y al final del año se procedía a otro resumen general. El templo, gracias a las innumerables ofrendas a los sacerdotes, custodiaba también una ingente masa de mercancías, y es probable que la administración comenzara a conceder préstamos a los más necesitados. El famoso Código de Hammurabi, que contenía las normas fundamentales de la vida social, fijaba el interés de los préstamos, que para la cebada llegaba al 33, 33 % anual. El interés del oro, que valía diez veces más que la plata, variaba del 12 al 20 % anual. Con la dominación persa, las sustituyeron a los templos, sobre todo para las funciones de préstamo. Al frente de estas organizaciones estaban importantes familias de comerciantes que llegaron a prestar cualquier cosa que pudiera constituir fuente de ganancias: botines de guerra, campos, prostitutas, esclavos e incluso agua para regar.
La preparación del papel
El método de fabricación del papel en la antigua China consistía en preparar una suspensión densa de fibras vegetales obtenidas por trituración de corteza de morera y de tallos de ramio (y también de fibras extraídas de las plantas del arroz y del bambú). Se sumergía en dicha suspensión un cedazo rectangular de mallas finísimas (forma) sobre el que se depositaban y mezclaban las fibras. Apilada y prensada a fin de eliminar el agua, y luego extendida al sol para que se secara, cada hoja se pegaba debidamente sobre una superficie, con objeto de evitar que la tinta se corriera al escribir.
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