La historia de Italia nace con los etruscos
Para la Península itálica, pese a su favorable posición en el centro del Mediterráneo, sus fronteras naturales han constituido durante muchos siglos barreras sumamente difíciles de superar. En época prehistórica, la cordillera de los Alpes y las aguas que circundan la bota impusieron notables limitaciones a los contactos con los demás pueblos. El Neolítico (que corresponde a transformaciones de extraordinaria importancia en el género de vida, como la introducción de la agricultura y la ganadería) sólo se inició en Italia hacia el VII milenio a. C., o sea con un retraso de casi dos mil años con respecto a las civilizaciones del Próximo Oriente. Las etapas principales del progreso histórico también se sucedieron en la península con gran retraso en relación con las demás zonas del Mediterráneo. Ya a partir del III milenio a. C. podemos hablar de historia en el Próximo Oriente (pensemos en las grandes civilizaciones de Mesopotamia, Egipto y del Mediterráneo oriental), mientras que en lo que se refiere a Italia debemos aguardar al siglo IX a. C. También los diversos pueblos que habitaron la península tuvieron grados diversos de desarrollo, de acuerdo con las distintas condiciones ambientales en que vivieron. Sólo a comienzos del II milenio a. C., con la dffusión de la metalurgia del bronce (con un retraso de unos mil años respecto de Mesopotamia), empezamos a encontrar pueblos de cierta homogeneidad étnica: de origen autóctono, esto es, originarios del lugar, como los ligures, los sardos y icanios (en Sicilia), y de procedencia oeuropea, como los vénetos, los icos (o sea umbros, latinos, oscos sabinos) y los sículos. Los pueblos indoeuropeos, procedentes de Europa central, se fusionaron con los indígenas, imponiendo en algunos casos ciertos aspectos de su cultura, y en otros casos absorbiendo la cultura local. Entre los siglos IX y VII a. C., se afirma en Italia central la civilización de los ruscos, un pueblo definido simplisente durante años como misterioso. Hoy conocemos sus usos y costumbres, religión y economía. También su escritura, por mucho tiempo considerada oscura, se ha descifrado en gran parte, pero aun poseyendo muchos textos de contenido similar, no estamos en condiciones de dominar la totalidad del vocabulario etrusco.
Los etruscos en la leyenda
Una incertidumbre que hoy persiste se refiere al origen de este pueblo: Herodoto, el historiador griego del siglo V a. C., narra que descendían de un príncipe de Lidia. El rey de esta región, afligida por una grave escasez, confió a su hijo Tirreno parte de sus súbditos, a fin de que los guiase hasta un territorio donde pudieran hallar sustento. Después de haber atravesado muchos mares y regiones, llegaron al país de los umbrios, nombre con el cual Herodoto designaba a las gentes que habitaban entre los Alpes y la Italia central. Dionisio de Halicarnaso (siglo I a. C.), por su parte, se refiere a un pueblo autóctono, puesto que las manifestaciones de esta civilización presentan muchos aspectos arcaicos y originales. Los griegos los llamaban tirrenos, según Dionisio, probablemente porque vivían en construcciones llamadas tyrseis o tyurreis, o sea torres, o porque uno de sus soberanos llevaba el nombre de Tirreno. Los romanos los llamaban etruscos o tuscos. Ellos se llamaban a sí mismos rasenna, que deriva del etrusco rasna, palabra que significa el que pertenece a la ciudad, y evidencia de modo muy significativo el deseo de subrayar la pertenencia a una sociedad bien organizada, en contraposición a los primitivos pueblos circundantes. Entre los siglos IX y VII a. C., nacieron y se desarrollaron, en efecto, los primeros grandes centros urbanos en una zona de Italia central que llegaba desde Emilia hasta Campania (Capua), y que tenía su centro en el territorio de la actual Toscana y del alto Lacio. Las primeras actividades, favorecidas por la fertilidad del suelo, fueron de tipo agrícola, con especial dedicación a los cereales, y a partir del siglo VII a. C. a la vid, con una producción tan abundante como para permitir muy pronto un notable tráfico de estos productos. Gracias al desarrollo de las exportaciones, creció rápidamente el poder político y económico de los etruscos, bien sostenido por los notables progresos de la metalurgia, Recordemos los riqui 1 simos yacimientos de la isla de Elba, explotados especialmente entre los siglos VII y V a. C., y los de los Alpes apuanos y de los montes de la Tolfa. Sabemos además por Estrabón que existían minas cerca de Populonia, aunque ya abandonadas en la época de la definitiva conquista romana. Las relaciones comerciales promovieron a su vez el crecimiento cultural de este pueblo culto y refinado. En el seno de una civilización tan compleja y organizada, en la que los intercambios comerciales constituían uno de los pilares del sistema, la moneda comenzó a circular con cierta regularidad en forma de divisa extranjera. A partir del siglo V a. C., apareció una serie ori’gi’nal, caracterizada por el reverso liso. Está documentada una fase premonetal muy similar a la que se registró en Asia Menor y en el seno de las grandes civilizaciones orientales. Se han encontrado, en efecto, panes que se remontan al período comprendido entre los siglos XI y IX a. C., los cuales, nacidos con la función de donación votiva a la divinidad, también adquirieron con el tiempo el valor de parámetro para los intercambios. Está atestiguada también la fase de la moneda herramienta, como confirman numerosos hallazgos de instrumentos de trabajo (hoces, cinceles y hachas) destinados a la tesaurización. !>
La idea de la moneda
Entre los siglos VII y VI a, C., en la región interior del territorio de influencia etrusca empiezan a circular iingotes de bronce de tipo bastante niforme, y con una marca bien reconocible que luego trasladarán al sistema adoptado por los romanos en las primeras muestras de metal acuñado. Entre las comunidades costeras, la idea de la moneda acuñada surgió gracias a los contactos con Grecia, aunque ello no comporte necesariamente la adopción de aquel sistema ponderal. En el siglo V a. C. aparecen las primeras acuñaciones locales de plata. Podemos distinguir las emisiones de la zona metalífera (, rea comprendida a grandes rasgos entre Volterra, Populonia y Vetulonia) y el área de Vulci, más próxima al límite con el Lacio actual. Al primer grupo de emisiones pedenecen los tipos con reverso liso, mientras que en el anverso aparecen los símbolos del jabalí, la quimera, la cabeza de león, Pegaso y la Gorgona (estas dos últimas conocidas sólo en Volterra). En las monedas emitidas en la región de Vulci encontramos una tipología menos constante y la leyenda etrusca del nombre de la ciudad. Con excepción de las acuñaciones de Volterra, probablemente reservadas por exigencias de mercado muy estrictas, la diversidad de símbolos en monedas procedentes de los mismos distritos sugiere la hipótesis de una emisión de tipo privado, aún no sancionada por una autoridad estatal. La primera ceca pública puede localizarse en la segunda mitad del siglo V a. C. en la ciudad de Populonia, el mayor y más importante de los puertos etruscos. La fecha que hoy podemos asignar con certeza a este tipo de moneda oficial, que presentaba un tipo figurativo fijo (la cabeza de la Gorgona) nos ilustra sobre la avanzada y compleja organización de la sociedad en aquellos años, que evidentemente planteaba la exigencia de pagar una mano de obra: en efecto, había que pagar la explotación de las minas, a las tropas y guarniciones de defensa (para defender la costa y las minas de las correrías de los piratas), sostener un intenso tráfico mercantil, suministrar dinero en efectivo a la clase dedicada al comercio y que gustaba rodearse de lujo. También en Populonia se atestigua la existencia hacia el siglo IV a. C. de otras monedas de plata, de peso demediado y acuñación muy apresurada y descuidada, expresión de una situación de urgencia o de dificultades. Estas emisiones presentan la cabeza de Heracles o de Atenea. Poco después seguirán las primeras acunac, ones de bronce, con divinidades etruscas de características guerreras y en actitudes belicosas que evidencian claramente el destino de estas monedas: pagar a los militares en lucha contra Roma. El proceso de absorción del territorio etrusco por los romanos puede considerarse prácticamente concluido entre los años 280 y 273 a. C., cuando el territorio de Vulci y Cere se convierte en agerpublicus y se inicia la colonización romana del territorio costero.
Una identidad cultural compuesta
La civilización etrusca se presenta muy variada y compleja, fruto de la fusión original de varias culturas. Son evidentes los contactos con el mundo oriental, testimoniados por la abundancia de productos procedentes de Egipto, Asiría y Grecia, que para los nobles etruscos se convirtieron en auténticos símbolos de poder social y de refinamiento. Fueron muchos los artistas que, entre los siglos VII y VI a. C., llegaron a Italia central para decorar los palacios de los aristócratas, favoreciendo así un intercambio cultural de gran relevancia incluso en materia de religión. Este fuerte componente orientalizante viene testimoniado en las monedas por figuras como la esfinge, el grifo y el cerbero con tres cabezas, tan frecuentes en la decoración mesopotámica y egipcia. La adopción de estos monstruos, tan misteriosos, se adaptaba bien a una visión fantástica de las divinidades etruscas, que eran inasibles y secretas, y se expresaban mediante prodigios que sólo los sacerdotes (los arúspicos) podían ver e interpretar. El encuentro con el mundo romano lo atestigua la presencia de reyes etruscos que se alternaron con monarcas latinos. No cabe duda de que, en cualquier caso, la comunidad etrusca mantuvo su identidad cultural y política, hasta el punto de que cuando los romanos expugnaron la ciudad de Veio, estratégicamente importante para el control del río Tíber, tras un asedio de diez años de duración, su conquista se equiparó a la toma de Troya; el parangón se escogió para subrayar la victoria romana, pero testimonia también el poderío y el prestigio que, hasta comienzos del siglo IV a. C., mantuvo la sociedad etrusca. Se llama prehistoria al larguísimo período de la evolución humana acerca del cual no se posee ningún documento escrito. Desde la invención de la escritura en adelante, hablamos de historia propiamente dicha. Esta palabra deriva del griego y signo indagación, búsqueda, y no es sólo un término que designa un período y encuadra una serie de acontecimientos. Por historia se entienden también un estudio y una narración de los hechos que el hombre ha realizado, para conservar la memoria de los mismos y para investigar críticamente la compleja trayectoria de la civilización.
Un trastero misterioso
En el trastero de San Francisco, en Bolonia, fueron hallados muchos utensilios de bronce que presentan contraseñas alfabéticas. Dado que estos objetos representaban verosímilmente un acaparamiento de riqueza, estas marcas han suscitado interrogantes. Probablemente, vista la muy frecuente presencia de la última letra del alfabeto etrusco, en forma de tridente, estas siglas se colocaban para marcar una partida de objetos. Con cierta frecuencia hallamos a la vez la primera letra del alfabeto en uso, el alfa, y ello podría significar que el utensilio así señalado poseía un valor propio y había circulado individualmente. Los objetos del trastero de San Francisco no presentan de todos modos una uniformidad ponderal que permita pensar con certeza en un sistema codificado para los intercambios. Cabe considerar que desempeñaban una función de cuenta a la vista muy simplificado, que no comportaba operaciones de pesado.