Normandos es una palabra que significa hombres )del Norte, y precisamente este pueblo tenía su origen en las regiones escannav de las actuales Noruega, Suecia y Dinamarca. Lo componían hombres muy audaces, dedicados sobre todo a la navegación, y de ahí deriva el otro nombre con que se conocen, vikingos, que significa precisamente guerreros de los mares. Después de haberse expandido en el siglo IX a Islandia, Groenlandia y probablemente al Canadá, algunos normandos fundaron en las ¡limitadas llanuras rusas los principados de Novgorod y Kiev, en tanto otros se asentaban en la región francesa de Normandía, que toma su nombre de ellos. Hacia el año mil, los normandos emprendieron la ruta de Inglaterra y de la Italia meridional.
Un pueblo fuerte y un pais debil
Las regiones meridionales de la Península itálica se veían sacudidas por continuas luchas internas provocadas por las numerosas autoridades que se repartían ese territorio y que se enfrentaban, a fin de conseguir la hegemonía o mantener sus privilegios y su autonomía. Bizantinos, árabes, lombardos, papado y los ducados autónomos de Amalfi, Nápoles y Gaeta, estaban en constante conflicto entre sí, provocando una situación de peligrosa debilidad y vacío de poder. De esta incierta situación se aprovecharon los normandos, que, después de haber ingresado en los diversos ejércitos como mercenarios, lograron conquistar territorios y beneficios que constituyeron el punto de partida de la expansión de sus propios dominios, así como de su propia autoridad, Roberto Guiscardo (años 1059-1085), mediante una prudente y lúcida operación de alianzas y de guerras , Guiscardo significa astuto), logró constituir un principado personal en la región de Apulia. Después de una serie de complejas vicisitudes, Roberto consiguió ganarse el favor de la Iglesia: el papado aspiraba desde hacía tiempo a contar con aliados fuertes y fieles, a fin de imponer su superioridad sobre el Imperio. A su vez, los normandos, convertidos hacía tiempo al cristianismo, buscaban una autorizada legitimación a su presencia y a sus conquistas en Italia. Así, el papa Nicolás 11 proclamó en el año 1059 a Roberto Guiscardo duque de Apulia y de Calabria, a cambio de la sumisión a la Iglesia y de ayuda en caso de necesidad. Esta bendición impulsó a los normandos a una expansión cada vez más rápida y desprovista de obstáculos: no tardaron en ser ocupadas Bar¡ y Salerno, mientras Roger 1, hermano de Roberto, emprendía una lucha contra los sarracenos para controlar Sicilia. Pese a la feroz resistencia árabe, en el año 1 1 30 Roger 1 1, hijo de Roger 1, fue coronado en Palermo @, rey de Sicilia y Apuiia, reuniendo bajo su cetro un territorio muy vasto (Apulia comprendía por entonces Campania, Lucania y Calabria) y de gran importancia económica y estratégica. Bajo la guía de Roger 11 se implantó un reino fuertemente centralizado, basado en un único texto legal, y en la eliminación de la anarquía feudal que durante siglos había fraccionado el territorio meridional. Una gran tolerancia hacia las diversas religiones y culturas, que habían ido extendiéndose en un territorio hasta aquel momento dividido entre diversas etnias, permitió una pacífica convivencia y promovió un período de gran prosperidad política, cultural y económica. La sólida organización normanda permitía aprovechar los puertos situados en inmejorable posición en el territorio. Tal era el caso de Palermo, sede además de la corte, y de Bar¡, punto fundamental para el control del comercio con Oriente. Mientras tanto se había creado otro reino normando, el de Inglaterra. Los intercambios mercantiles eran por ello muy activos con las regiones del Norte, gracias a la relación privilegiada con el puerto de Londres. Una actividad comercial tan rica y compleja conllevaba una adecuada producción monetal. En realidad, al principio, bajo Roger 1, las monedas de oro del reino normando (los ¡lamados taríes, que tanto éxito tendrían a lo largo de los siglos, por su aceptación y longevidad) copiaban las monedas musulmanas con letras cúficas, que a veces ensalzaban a Mahoma. Si esto puede parecer una contradicción para un soberano cristiano y, además, tan estrechamente ligado al papa, conviene subrayar que las monedas árabes estaban en curso en Sicilia, y eran conocidas y aceptadas desde hacía dos siglos (los árabes ocuparon la isla entre los años 835 y 1064). Además, los sarracenos eran muy fuertes comercialmente, de modo que también por esto, y con vistas a una progresiva y duradera asimilación de la población local, los normandos no consideraron necesario cambiar el numerario. Ésta es siempre una operación , violenta, que perturba los intereses económicos de las clases más adineradas, precisamente aquellas cuyo favor se pretende ganar en un momento de cambio de poder. Además, la historia enseña a dar por sentada cierta ausencia de escrúpulos en los poderosos, que se unen y se separan movidos más por intereses económicos y políticos que por auténticos ideales humanitarios y religiosos.
La reforma monetaria
Las cecas activas durante el reinado de Roger II fueron Palermo y Messina para Sicilia, mientras en la Italia continental funcionaban las de Amalfi, Salerno, Gaeta y Capua. La producción comprendía monedas de oro (taríes y múitiplos de taríes), de plata (ducales y tercios de ducales) y de cobre (folarios y trifolarios de derivación bizantina). Durante el reinado de Roger li, en Palermo se acuñó también una pequeña moneda de plata, el tarí equivalente a un cuarto de dirhem árabe. Como parte de la gran reorganización llevada a cabo por Roger li, no podía faltar una importante reforma monetaria. En el año 1140 se introdujo la acuñación de monedas de plata, y se estableció una relación concreta entre los diversos metales. Además, las cecas continentales se abolieron (sólo siguió funcionando la de Salerno, que acuñaba monedas de bronce reservadas a la circulación local), y se especializaban las producciones de Palermo (oro y plata) y Messina (oro y cobre). Estos nuevos taríes, acuñados hasta el final del reino normando (año 1194), presentaban en el anverso el nombre y el título del rey en un círculo, todavía en caracteres cúficos, mientras que en el reverso se hallan las siglas de Cristo (IC/XC acompañadas de la leyenda Ni KA, o sea @@victorioso) a los lados de la cruz de brazos iguales. Las cecas continentales de Gaeta, Amalfi y Salerno, además de las de Messina y Palermo, volvieron a funcionar con los sucesores de Roger li, su hijo Guillermo 1 (desde el año 1 1 54) y su nieto Guillermo 11 (desde el año 1 1 66). Durante el reinado de este último soberano se acuñó en Brindis¡ una monedita esquilada (o sea cóncava) de baja ley de plata, llamada apuliense, y que en el reverso presentaba una palmera con dátiles. De esta pieza existían varios submúltiplos (el tercio, el sexto y el doceavo de apuliense), y los Suabos continuaron la emisión, siempre en la ceca de Brindis¡. Hasta el año 1 1 94 reinó Tancredo, que dejó el título de rey de Sicilia a su hijo Guillermo lii, de sólo cuatro años. El vacío de poder pro~ vocado por esta situación (de nada valió la tutela de la madre, Sibila de Auxerre) favoreció el advenimiento de Enrique Vi de Suabia, que fue coronado rey en Sicilia el 25 de diciembre de 1 1 94. Inauguró un dominio que duraría hasta 1266 con la muerte de Manfredo (1 258-1266), tras el que se impusieron los Angevinos. !>
¿De donde deriva la palabra TARI?
La respuesta a esta pregunta se ha buscado durante mucho tiempo, y se ha dado alguna muy fantasioso. Alguien la hacía derivar de Thares, padre de Abraham, o se la vincula al término caldeo tariga (que significa comercio). Para algunos eruditos, el tarí deriva directamente del dhirem. Los árabes, en efecto, pronunciaban el nombre de su moneda trihm en singular, y trahi en plural. Sólo en fecha reciente, dos expertos alemanes, Goitein y Stern, han dado una solución sencilla y convincente: el término tarí significa en árabe fresco. En la práctica, cuando un comerciante árabe ofrecía como pago esta moneda la ¡lamaba fresca, dando a entender con ello recién acuñada, o sea de buena calidad, Así pues, a causa de una difundida ignorancia de la lengua árabe, la que era una definición relativa a la calidad de la moneda se convirtió, de hecho, en el nombre con que dicha moneda circuló largo tiempo y pasó a la historia. Todavía hoy en muchos dialectos calabreses y sicilianos las monedas se llaman tarí.
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