En el territorio ocupado por el antiguo Imperio persa, se desarrollaron a lo largo del tiempo civilizaciones muy avanzadas en los planos económico y cultural. Hasta la conquista por Alejandro Magno, aquella fue una región muy activa, ambicionada por las diversas potencias extranjeras que la dominaron en el transcurso de los siglos (entre ellas, recordemos a romanos y bizantinos). Sin embargo, los habitantes de la región, herederos de una gran tradición histórica y política que podía gloriarse de soberanos como Ciro el Grande y Darío, nunca se resignaron a convertirse en un uebio sometido y vasallo de otra potencia. Por ejemplo, fue larga y tenaz la resistencia de los partos, que se consideraban sucesores directos de los Aqueménidas y se negaron a ser subyugados por Roma. En el año 53 a. C., los partos derrotaron a Craso en la batalla de Carras, y no fueron definitivamente sometidos hasta mediados del siglo 11 d. C. En el año 226 tomó el poder en el Irán la dinastía de los Sasánidas, que reivindicaba la descendencia directa de la antigua Persia de Ciro el Grande, desde un punto de vista político, cultural y religioso. Se inició entonces una tendencia encaminada a contrarrestar la apertura a la cultura helenística, que hasta aquel momento habían mantenido los partos. Este encendido , nacionalismo se hizo evidente sobre todo en la política de abierta hostilidad contra los romanos, acusados de ser los usurpadores del territorio oriental. Muy peculiar y significativa fue la reviviscencia del mazdeísmo, la antigua religión fundada por Zoroastro (o Zaratustra) probablemente entre los añosl 000 y 600 a. C. El nombre de, deriva del de la divinidad adorada, Ahura Mazdáh.
Las monedas de los Sasánidas
A menudo en el reverso de las monedas de los Sasánidas se hallan alusiones a la religión mazdeísta: en el centro aparece una pira de la que se elevan llamas sagradas, y a los lados se representa al Gran Rey, que era también jefe religioso, y a un sacerdote. Pese a la abierta xenofobia (esto es, la manifiesta hostilidad hacia los extranjeros y sus civilizaciones), típica de los soberanos sasánidas, los primeros grabadores de monedas fueron artistas griegos y romanos. A ellos les debemos espléndidos retratos en el anverso y bellas escenas en el reverso, entre ellas la de los adoradores del fuego sagrado, que acabamos de mencionar. Uno de los retratos más hermosos y ricos es el de Shapur 1 (241-272): el grabado es muy preciso y minucioso, pero sobre todo vale la pena recordar el bellísimo y peculiar tocado, semejante a una corona rematada por una esfera, probablemente símbolo del globo celeste y, por tanto, del poder indiscutido de quien lo ostenta. Otro elemento peculiar (que vuelve a encontrarse grabado en piezas de orfebrería y en sellos) es que, aun tratándose de un retrato de perfil, los hombros se representan de frente, con objeto de transmitir la idea de prestancia física y poderío. Poco a poco, las monedas sasánidas se tornaron más y más delgadas (al igual que las monedas , esquifadas bizantinas), y ello con independencia de los momentos de gran prosperidad económica y de fortuna política que conocemos de este reino. Bajo Cosroes 11 (años 590 a 628), parecía incluso que fuera a recrearse, en toda su extensión y con su poder, el antiguo Imperio persa. La imagen experimentó asimismo un deterioro y una esquematización cada vez más manifiestos, fenómeno que fue acercando a Persia a la dopción del caligrafismo abstracto del Islam.
Selyucidas y otomanos: Los turcos en el poder
El reino sasánida cayó en el año 637 por obra de los árabes, que precisamente en el siglo VII vivieron un momento de gran expansión y difusión de su cultura. A partir del siglo VIII, los turcos fueron infiltrándose en el mundo islámico. Se trataba de un pueblo que, desde la región del Turquestan, en Asia central, se había ido desplazando hacia el Oeste. El contacto con el mundo árabe llevó a los turcos a convertirse al Islam, pronto se ganaron el favor ( das las cortes musulmanas las que ocuparon posiciones prestigio y de poder. Haci siglo XI, reforzados por una nueva oleada de pueblos turcos guiados por el jefe Seiguq (de quien proviene el nombre de ), consiguieron poner fin a la hegemonía de los árabes, asumiend guía política del mundo mico. Bajo la autoridad de señores (llamados sultanes)los turcos avanzaron hacie el Mediterráneo, conquistando la ciudad de Jerusalén en el añ para gran preocupación del mundo cristiano. La actitud de los turcos haci@ os grinos cristianos que llegaban a Tierra Santa fue tan hostil y violenta, y las persecuciones tan despiadadas, que se hizo imposible el acceso a estas regiones tan queridas para los fieles, con repercusiones negativas en las relaciones comerciales con Oriente. La intransigencia de los turcos no guardaba relación con el comportamiento prudente y previsor de los árabes, que comprendieron bien la enorme ventaja económica que podía derivarse de garantizar la libertad y la paz a los peregrinos que acudían a Tierra Santa. La grave crisis que por entonces estaba atravesando el Imperio bizantino, considerado todavía baluarte de la crisdad contra los infieles, puso en marcha un amplio movimiento en nombre de la liberación del Santo Sepulcro, que condujo a la primera cruzada (años 1096-1099). Las monedas de los Seiyúcidas presentan características similares a las árabes (pues ellos eran también musulmanes), pero sufren el influjo del arte sasánida. En el dirrema@ que es el nombre de su numerario, además de diversos símbolos, como el sol y el león, que claramente aluden a la fuerza y al poder del reino turco, hallamos asimismo la figura humana, reproducida con el mismo criterio de los hombros en posición frontal, que se observa en la producción persa. Por ejemplo, las monedas del sultán Ruknuddin Shah, de la primera mitad del siglo Xili, presentan un hombre a caballo, con la cabeza de perfil y los hombros frontales. A partir de los primeros años del siglo xiv, el sultán Osmán 1 (1 301-1326), caudillo de un pueblo procedente también de Asia central, , fundó en la región de Bitinia, en la costa sudoccidental del mar Negro, el primer núcleo del que muy pronto sería Imperio otomano. El poder de los turcos otomanos (nombre que deriva, como es obvio, del fundador de la dinastía) vino a sustituir con bastante rapidez al de los turcos se¡yúcidas, gracias sobre todo a una notable organización en el plano político y militar. Los Otomanos conquistaron Asia Menor, región que el Imperio bizantino ya no se hallaba en condiciones de controlar, presionado como estaba por gravísimos problemas económicos, políticos y militares. Por estos años, Constantinopla sólo podía contar con un indisciplinado ejército mercenario, falto de moral. Muy pronto la hegemonía otomana alcanzó Europa: en 1389 en Kosovo, Serbia, y en 1396 en Nicópolis, Hungría, el sultán Bayaceto 1, apodadoel Rayo, infligió graves derrotas a los ejércitos cristianos, que así vieron seriamente amenazado Occidente, Europa se veía afligida en aquellos años por muchos males: los diversos Estados, aun hallándose amenazados, no habían conseguido crear un frente común. El antagonismo entre papado e imperio constituía una continua fuente de divisiones y de luchas. En este clima de crisis política y de desorganización mi’litar, el mundo cristiano no supo aprovechar el momento de gran dispersión por el que atravesaba el poderoso Imperio otomano. En efecto la irrupción, procedente de las estepas de Mongolia, del feroz Tamerián, abrió un período de profunda crisis en el seno del reino otomano. Las incertidumbres y los errores políticos de los cristianos permitieron reorganizarse al sultán Mehmet 11 el Conquistador (1451-1481), hasta el punto de ocupar y conquistar Constantinopla, que el 29 de mayo de 1453 cayó en manos turcas, poniendo con ello fin a un período particularmente significativo incluso para la cultura occidental. El Imperio otomano, destinado a durar hasta las primeras décadas del siglo XX, debe su gran longevidad principalmente a una sólida organización administrativa y a que, sobre todo en sus comienzos, se preocupó de no molestar a los súbditos de religión no musulmana, permitiéndoles conservar su lengua, cultura y tradiciones originarias. Como todas las monarquías orientales, también la otomana extrajo mucha fuerza del maridaje de poder político y poder religioso: el sultán reunía en su persona el carisma del sumo sacerdote y la autoridad del soberano. Las monedas otomanas son muy abundantes, dada la continuidad de la autoridad emisora, pero al mismo tiempo, y desde un punto de vista iconográfico, se muestra más bien repetitivo y conservadora. Puesto que se trata de la producción de un pueblo islámico, falta la figura humana, pero también están ausentes las imágenes de otro tipo, y durante siglos y siglos presenta sólo leyendas y fechas. El numerario consta de piezas de oro, , cequíes, basados en los famosísimos venecianos, y . De ellos existen múltiples y submúltiplos de plata: , aspers, paras y zolotas. Era considerable el número de cecas, repartidas por todo el territorio.
La India: complejidad monetal
Si tratar de las monedas turcas en términos esquemáticos y resumidos es relativamente fácil, resulta arduo en extremo describir ¡a compleja y variada producción de la península del lndostán. Las monedas indias arcaicas a menudo son deudoras, en el peso o en las características iconográficas, de las grandes civilizaciones limítrofes: piénsese en las formas monetales más antiguas, simples varillas curvas o lingotes de metal que reproducían los pesos de las monedas persas, o en las producciones que siguieron a las conquistas de Alejandro Magno, de clara derivación griega. Además, después de la invasión musulmana del siglo VII¡, se encuentran las típicas monedas sin imágenes, con las clásicas frases coránicas que proclaman la fe islámica. El origen de las monedas indias puede hacerse remontar al siglo ¡v a. C., con piezas monetiformes de plata o bronce, de unos 3 g, llamadas , esto es, , antiguas, muy variadas en la forma y ricas en símbolos, muchos de cuyos motivos remiten al culto solar. Las puranas circulan prácticamente sin experimentar modificaciones hasta el siglo 11 d. C., período que marca el inicio de numerosos reinos distintos, que se suceden o se alternan con el paso de los siglos, dejándonos testimonios monetales muy abundantes y del mayor interés. En el seno del variado y complejo transcurrir histórico de la Península indostánico, merece recordarse la producción de monedas de la región septentrional durante el Imperio del Gran Mogol (1526-1658). Los señores de esta dinastía, descendientes de Tamerián y de religión musulmana, ampliaron muy pronto las fronteras de su reino hasta Deihi, Agra y el golfo de Bengala. Bajo el reinado de Jah-ang-ir (1 605-1627), la producción monetal resulta muy interesante y bella: las piezas de oro llevan símbolos de los signos zodiacales, representados con una habilidad plástica y compositiva muy peculiar. La leyenda atribuye estas monedas a la voluntad de Hahangin, esposa del rey a quien éste le permitió gobernar por un día.
La difícil afirmacion de la moneda en el Japón
El nacimiento de la moneda en el Japón es bastante oscuro y difícil de reconstruir. Este archipiélago del continente asiático se mostró por mucho tiempo refractario al contacto con Occidente, y mantuvo relaciones sobre todo con China y con Corea (desde donde se introdujo el budismo, religión que coexiste con el sintoísmo tradicional, basado en el culto a los antepasados). Y precisamente de China, según parece, los japoneses importaron las primeras monedas, pero sólo adoptaron su uso de manera estable hacia el siglo Vi¡¡ d. C. Antes de este período, está documentada una larga fase en la que prevalecía el trueque, sirviéndose sobre todo de arroz y seda o de objetos como espejos de bronce o manufacturas cerámicas. De los años 708 a 958, sobre el modelo de las monedas chinas, se sucedieron doce series de piezas, principalmente de bronce, conocidas como las doce monedas dinásticas, divididas según la época a la que pertenecen. Estas monedas, destinadas a devaluarse progresivamente con el tiempo, no hallaron el favor de la población japonesa, que durante siglos continuó recurriendo al trueque, incluso cuando en Occidente el comercio se perfeccionaba y se intensificaba cada vez más. Hacia finales del siglo XVI, en el Japón comenzaron a circular los , oban de oro, láminas ovales de varias dimensiones, que llevan punzones distintos y en las que figuraban leyendas escritas con tinta. Otra tipología, muy afín a la china, es la de las monedas redondas con un orificio cuadrado en el centro. Desde comienzos del siglo xix se encuentran otras, también de oro, de forma rectangular y con dimensiones reducidas (23 x 15 mm), con leyendas y diseños florales. Sólo en la segunda mitad del siglo XIX, el Japón abandonó el aislamiento y la estructura feudal y se abrió a Occidente, adoptando sus más modernos y consolidados sistemas de intercambio, y un uso de la moneda que, vistos los actualp. q éxitos del yen, no dejan duda aljuna sobre la capacidad de los japoneses para asimilar con rapidez cuanto aprenden de los demás. En China data de muy antiguo el uso de sistemas de intercambio afines a la moneda: ya en el siglo Xi a. C. circulaban monedas en forma de pez, de concha, de cuchillo, de hacha, de llave e incluso de azada (las llamadas bu, , las cuales, anticipándose sorprendentemente al sistema monetario occidental, presentaban el nombre o el símbolo de la autoridad emisora y el valor. La forma concreta se remitía a los objetos reales que habían constituido los parámetros de intercambio hasta aquel momento.
La larga vida de los ‘CASH’
Con el emperador de la dinastía Qin, llamado Shi Huang-ti (años 221-206 a. C.), las monedas chinas se hicieron bastante regulares y homogéneas, al contrario de lo que ocurría en las décadas anteriores, en que la producción monetaria fue caótica, objeto de continuas y drásticas devaluaciones y desprovista de estabilidad. A ese emperador lo conocemos sobre todo por el reciente hallazgo de su asombroso ejército de terracota, de 1 0. 000 soldados de tamaño natural. El soberano tuvo el mérito de unificar el Imperio chino tras un período de grandes divisiones y luchas internas. Además, captó la importancia y la utilidad de contar con una única ceca, expresión de unidad y estabilidad política. Se fijó, pues, una única escala de pesos y valores y una doble emisión de monedas: una de oro y otra de bronce. La producción en plata sólo se inició en China hacia finales del siglo 11 a. C. Las monedas de oro tenían una circulación muy restringida, reservada a los pagos , internacionales y, en cualquier caso, limitada a las familias aristocráticas y poderosas. Las monedas de bronce servían para las transacciones cotidianas, solían ser de bronce fundido y tenían forma circular, con un orificio cuadrado en el centro. La explicación de esta forma es la siguiente: los chinos creían que el cielo era redondo y la tierra, cuadrada, Parece pues muy interesante la ingeniosa traducción formal de esta concepción del universo, que subraya también la importancia atribuida a la moneda. Estas piezas de metal VII se llamaban ch’jen (cash, según la transiiteración latina) y tuvieron una duración increíblemente larga: desde los años del emperador de los soldados de terracota (fines del siglo 111 a. C.), que codificó y estabilizó el uso, hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando los cambios políticos y sociales vividos por China se reflejaron también en la numismática. La clasificación del cash es muy compleja, sobre todo en lo que se refiere a las antiguas emisiones. En estas monedas se encuentran varios ideogramas que consignan el nombre o el lema de un emperador (y permiten, por tanto, remontarse a una fecha o a un período), aparte la expresión del valor de la pieza.
Las ‘ORUGAS’ del antiguo Siam
Las monedas del Siam, actual Tailandia, seguramente están influidas por la producción de la India y de China. Ésa es también una región de grandes tradiciones y de antiquísima historia: en efecto, las tribus tais la ocuparon ya en el siglo vi a. C. Son muy interesantes las primeras monedas de bronce en forma de canoa, las típicas embarcaciones locales, muy estrechas y largas, aptas para el transporte de productos agrarios, y todavía hoy en uso. Como en tantísimas sociedades arcaicas, en la antigua región donde luego se desarrolló el reino del Siam, aún se encuentran brazales de armadura empleados como medio de intercambio (siglo VII¡ a. C.). De segura influencia china son las monedas de plata en forma de libro abierto o de silla de montar, en las que aparecen, en caracteres chinos, los nombres de las dinastías bajo las cuales se emitieron estas piezas, caracterizadas por una elevadísimo pureza metálica. En época medieval se inicia la producción de una moneda de oro absolutamente característica, el @, bullet coin (o ): el nombre deriva de la forma, similar a la de una oruga enrollada. Desde 1782, año en que se trasladó la capital a Bangkok, estas monedas se acuñaron de manera más ordenada y se distinguieron por dos contraseñas: una representa el símbolo del dios Sol (Chakra), emblema de la dinastía reinante; y la otra, expresión de un soberano o de una época, varía con frecuencia. Estas monedas se produjeron hasta el final del reinado de Rama IV, o sea hasta 1868.
Los anillos, primeras monedas africanas
Los antepasados de la moneda no sólo pueden buscarse en el área mediterránea y en el continente asiático, sino también en la antigua África, donde se han llevado a cabo interesantes descubrimientos. Los ‘ orimeros objetos-moneda se localizan en la zona occidental del continente, que comprende los actuales Estados de Nigeria, Benín, Togo y Ghana, regiones en las cuales estaba extendida la trata de esclavos. La forma de estos objetos era circular y anular, común a casi todas las experiencias de intercambio, una vez superada la fase del trueque propiamente dicho. Las monedas-anillo africanas eran sobre todo de cobre, se denominaban manillen (o manillas) y su valor dependía del peso. Se hallan ejemplares de varias dimensiones, pero los mayores pueden llegar a pesar 3 kg. Muy pronto estos anillos fueron decorados, hasta el punto de que se ha llegado a creer que servían también de adorno. Probablemente desde este momen to su valor quedó definido por la mayor o me nor belleza y riqueza de la decoración. La monedas-anillo podían tener forma circula cerrada o abierta, ser lisas o retorcidas, pre sentar los extremos gruesos, o tallados Resulta difícil sustraerse a la fascinación d esta forma de pago, indudablemente primiti va, pero muy sugestiva. De simples curio sidades, como se consideraron hasta hac poco, las , manillen concitan ahora un inte rés creciente.
Nacimiento de la moneda en Rusia
En las llanuras interiores de Europa oriental, lo antiguos pueblos nómadas (escitas y sárma tas) comerciaban con las colonias griegas de 1 costa del mar Negro, intercambiando sus pro ductos: lino, trigo y pieles. Precisamente las pie les de ardilla fueron las primeras @, monedas uti lizadas para las transacciones comerciales hast que empezaron a circular piezas de metal, acu ñadas por los países más avanzados: Bizanci y el mundo árabe. Pero es preciso llegar a me diados del siglo XIV para que, en los numero sos principados que ocupaban el inmenso terri torio de la actual Rusia, aparecieran monedas d forma oval, de cobre o de plata. Se trata de lo denga (o , dengiu), nombre que probablemente es la modificación de un término rus (tamga) o tártaro (@) y que significaembiema. Esta particularidad da testimonio de 1 costumbre de las familias nobles mongolas d grabar un escudo en el numerario circulante. La iconografía solía colocar el busto del príncipe o la figura del soberano a caballo, armado con una lanza. Precisamente esta arma, símbolo de poder y de carácter belicoso, con el tiempo determinó un cambio en el nombre de la moneda, haciéndolo mucho más familiar para nosotros: desde mediados del siglo XVI, las piezas se llamaron @ de kopeika, esto es, . Pero en realidad el numerario ruso permanece durante siglos muy atrasado y confuso, como lo atestigua otro término vinculado a las monedas, la palabra, @rubio@ que hoy designa la unidad monetaria. En efecto, , rubl significa , corte, y recuerda el uso, que se prolongó durante siglos, de varillas de oro y de plata que se , cortaban para efectuar pagos. Se sabe de la existencia, en torno al año mil, de piezas monetiformes de oro, emitidas bajo el gran duque de Kiev Vladimir Sviatoslavich, pero se cree que se trataba más bien de medallas de ostentación, destinadas a recompensar a los vasallos fieles. Sólo con ¡van el Terrible puede hablarse con seguridad de monedas de oro propiamente dichas (fines del siglo XVI), pero durante muchos años todavía circularon corrientemente en el Estado ruso monedas de otros países, como los ducados alemanes, húngaros y polacos, legitimados por la contraseña de la autoridad rusa. La gran reforma política, social y numismática no se llevó a cabo hasta los tiempos del zar Pedro 1, el Grande (1 682-1725), bajo cuya guía Rusia dio los primeros pasos para convertirse en una de las grandes potencias, protagonistas de la época moderna.
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