Las monedas de los reinos bárbaros
Una de las principales causas de la ruina del mundo romano fue la presión de los bárbaros. En el transcurso de los siglos 111 y IV, los pueblos germánicos procedentes del norte y el centro de Europa penetraron raras veces en territorio romano, y lo hacían con la única finalidad de saquear los núcleos de población que encontraban en su camino. Estaban, pues, muy lejos de la idea de realizar conquistas y establecerse en suelo del Imperio. Hacia el siglo VI, las transformaciones sociales, políticas y religiosas que caracterizaron la trayectoria histórica de estos pueblos hicieron que el contacto entre bárbaros y romanos tuviera consecuencias cada vez más importantes. Ante todo, estas gentes nómadas se tornaron sedentarias, y se establecieron con preferencia en las fronteras del Imperio, por lo que era cotidiano su contacto con los elementos locales periféricos, ya de por sí escasamente vinculados a la civilización romana. Estas relaciones nutrieron civilizaciones cada vez más avanzadas y organizadas, capaces de llevar a cabo invasiones cuya finalidad era la conquista e integración en el Imperio, el cual ya no oponía obstáculo alguno, pues carecía de una organización militar y de un centro político de influencia y prestigio reales, El saqueo de Roma, perpetrado en el año 41 0 por los visigodos de Alarico, asestó el golpe de gracia al mito secular de la urbe invencible e inexpugnable. A partir de este momento, se sucedieron las invasiones de vándalos, hérulos, godos y lombardos. Algunos de estos pueblos estuvieron en condiciones de imponer su autoridad¡ sobre los demás, en ocasiones buscando un compromiso y una positiva asimilación de la vieja cultura, a la que, por lo general, reconocían su alta función civilizadora. Casi todos esos pueblos, una vez hubieron penetrado en el Imperio, comenzaron a imitar su moneda, ante todo para suplir la falta de numerario a la que el mundo romano, ya en ruinas, no sabía hacer frente, El empuje de los bárbaros no sólo provenía del exterior, sino también del interior donde, a una serie de emperadores que se sucedían en el desempeño del cargo máximo (no menos de nueve en 21 años), pero sin tener autoridad real alguna, se contraponían muchos generales de origen bárbaro con amplios poderes políticos y militares. Entre ellos figuraba Odoacro (años 434-493), que, proclamado rey en el año 476, mandó inmediatamente deponer al emperador Rómulo Augústulo, a su vez colocado en el trono por su padre Orestes, otro general bárbaro, tras derribar al soberano imperante.
Godos y bizantinos
Tras el breve reinado de Odoacro, Italia fue ocupada por los ostrogodos (godos orientales), que habían sido impulsados a invadir Italia por Zenón, emperador de Oriente. Éste pensaba que instigando a bárbaros contra bárbaros, preservaría Oriente y Constantinopla de invasiones. En efecto, fueron estrechas las relaciones entre los godos y el poder bizantino, como se advierte también en su producción monetaria. Las piezas acuñadas durante el reinado de los godos atestiguan su independencia jurídica de Constantinopla: las cecas activas en territorio itálico continuaban produciendo numerario por delegación del emperador de Oriente, y de ahí que muy a menudo las monedas eran formalmente idénticas a las emitidas por Constantinopla. Uno de los problemas relativos a la producción numismática de los godos, sobre todo la de oro, consiste en la dificultad de distinguirla de la bizantina. A veces pueden ser de ayuda las siglas de la ciudad, el monograma del rey y la indicación de la ceca, pero a menudo estas indicaciones resultan contradictorias y no permiten determinar con certeza el origen de la moneda. Mejor definida está, en cambio, la producción de plata y bronce, en la que con mayor frecuencia y claridad aparece el nombre del rey de los godos. El hecho de que este pueblo adoptara con tanta facilidad la moneda en curso concuerda con la política de Teodorico (años 493-526), que se proponía la convivencia pacífica de los dos componentes de la población: el ostrogodo y el latino, manteniendo los elementos de la organización romana más aceptados y consolidados, entre ellos la circulación monetaria. Las monedas góticas dan testimonio de un paso importante desde el punto de vista económico: el dinero circulaba cada vez menos porque los intercambios eran también mucho más escasos. Así, el sólido se vuelve más y más raro, en tanto se hace más frecuente el tremis, su submúltiplo de 1, 5 g. Muy interesante es la trayectoria de la moneda de plata, que se vuelve extremadamente ligera, para las transacciones de pequeño volumen, mientras que las adquisiciones mínimas se efectuaban por trueque. El bronce, muy importante en la economía de la época, se convirtió en el material de las monedas pesadas, destinadas a intercambios de cierto alcance. En cualquier caso, en los tiempos de máximo esplendor de la hegemonía goda, bajo Teodorico, la situación económica fue relativamente favorable. El historiador contemporáneo Procopio explica cómo la economía venía caracterizada por la abundancia de mercancías y por precios relativamente estables y contenidos.
Los godos acrecentan su poder
Como siempre, observar la evolución de la moneda a través de las sucesivas situaciones históricas de un pueblo constituye un elemento clarificador de gran interés. Los bizantinos, en tiempo de Justiniano (años 527-565), quisieron recobrar sus posesiones en Italia, y así los godos se encontraron en guerra precisamente con quienes habían hecho posible su control de la Península. Las monedas (hasta aquel momento complacientes, incluso en la forma, con la autoridad reconocida en la figura del emperador oriental) presentan ahora el retrato del rey godo, queriendo con ello distinguirse y reivindicar la autonomía y la independencia. En las monedas acuñadas en Roma, aparece la figura del difunto Anastasio (años 491-518), el emperador que había concedido a los godos el derecho a acuñar moneda. Las cecas de las que procede la producción goda son Roma, Ravena (las monedas llevan spectivamente la inscripción invicta Roma y felix Ravenna, , Mediolanum (Milán) y Sirmium, localidad ésta de la actual Serbia. Tras la conquista por los bizantinos de Roma y Ravena, también acuñó moneda Pavía, llamada entonces Ticinum.