Las monedas del mundo islámico
Durante el siglo VII, cuando en Europa occidental dominaban los bárbaros, un pueblo de origen semita estaba adquiriendo una personalidad cada vez más definida: los árabes. Provenían de la región comprendida entre el mar Rojo, el golfo Pérsico y el océano indico, estaban divididos en tribus, la mayoría nómadas y dedicadas al pastoreo, una actividad poco rentable en las desiertas e inhóspitas regiones interiores del territorio. A menudo en guerra entre ellas, las tribus árabes vivían también de incursiones y saqueos. Su organización social primitiva no permitía un sistema de mercado, y no preveía unidad política alguna. En este clima de anarquía y de miseria, apareció un personaje de gran inteligencia que, con sus ideas y con su carisma, iba a convertirse en uno de los protagonistas de la historia, tanto del pasado como de nuestros días: Mahoma.
Mahoma y la unidad del mundo arabe
Mahoma nació entre los años 570-580, en el seno de una familia aristocrática, en La Meca, ciudad santa para los árabes, entonces paganos y politeístas. Ejerció muchos oficios, y durante su vida errabundo, típica de la realidad local de aquel tiempo, tuvo ocasión de conocer a fondo no sólo a los beduinos y su atribulada existencia, sino también las religiones de judíos y cristianos, de las que comprendió el valor de su monoteísmo. Después de su boda con una acaudalada viuda llamada Jad-i a, Mahoma inició un período de meditación, tras el cual emprendió su predicación: el verdadero y único dios de los árabes era Ala (que significa @
Un dominio imparable
Indudablemente, al éxito de los árabes contribuyó en medida no desdeñable la debilidad de los Imperios limítrofes, como el persa y el bizantino. Gracias también a una política de notable tolerancia religiosa y a la posibilidad de continuar las actividades empresariales y comerciales sin tener que convertirse en esclavos de los comínadores, las poblaciones sometidas colaboraron al éxito de la expansión musulmana: entre los siglos VIII y X, el territorio en manos de los árabes se extendía desde España a Marruecos, de Sici¡¡a a parte de la Italia meridional, y de Egipto hasta la India. Sólo gracias a la batalla de Poitiers (ciudad de la Francia centrooccidental), ganada por el merovingio Carlos Martel en el año 732, se consiguió bloquear la penetración del Islam en Occidente. Muy intensa fue la actividad industrial y artesana de los árabes (producción de tejidos y sedas, marroquinería, fabricación de armas), merced a una extraordinaria organización comercial por tierra y por mar. Eran numerosos los puertos de las costas árabes, y resultó esencial la instalación a lo largo de las rutas de estaciones de etapa llamadas caravanserrallos. Aquí podían sustituir los animales tras las fatigosas travesías de territorios a menudo impracticables y desérticos, y se podían intercambiar las mercancías. Así pues, la moneda pronto empezó a circular entre los árabes, pero durante el siglo Vil los tipos monetales adoptados fueron principalmente los de los países conquistados (monedas árabe-sasánidas y árabe-bizantinas). Sólo hacia el año 700, con el califa Abd-el Meiik (la palabra califa significa vicario del profeta y designa una autoridad política y religiosa), se empezó a acuñar un numerario propiamente árabe. En el año 696 (76 de la hégira) apareció la primera moneda de oro, el dinar, de 4, 6 g. Tres años más tarde nació el , dirhem de plata, de 2, 9 g. Los nombres de estas monedas derivan del @
El Corán, libro sagrado del Islam
El Corán (palabra árabe que significa , @lectura, recitación) es un texto sagrado escrito por los discípulos de Mahoma (el cual no sabía leer ni escribir) y presenta diversos puntos en común con la Biblia. El fiel, llamado muslim (de cuyo plural,