Expresión de los profundos e importantes cambios económicos, sociales, políticos y culturales por los que atravesó Italia durante los siglos xiii y xiv, es la creación por Florencia del florín en 1252. Esta moneda es la expresión concreta del auge del comercio y de las actividades industriales, propiciadas por la apertura a los intercambios con Oriente (gracias a las Cruzadas), y de la lucha de la nueva burguesía capitalista (representada por organizaciones artesanas o profesionales, los gremios) que acabaría haciéndose con el gobierno de la ciudad, caracterizada ya por tendencias típicamente mercantiles.
Una preciosa moneda
Esta moneda presenta características muy notables, que pronto la imponen como la divisa capaz de revolucionar los intercambios de la época, hasta entonces basados en el monometalismo carolingio, regulado más por una moneda de cuenta que por una moneda efectiva. Se trata de una pieza de 3,54 g de oro puro, de 24 quilates, características que permanecen inmutables durante siglos, concretamente hasta 1533, año de la desaparición de la República (en el segundo semestre se Inició la acuñación de escudos de oro a nombre de Alejandro de Médicis: el escudo señala, pues, un nuevo curso de la historia). La iconografía, finalmente renovada respecto a las monedas anteriores congeladas en una pobrísima variedad de imágenes y siglas carolingias, lleva en el anverso la bellísima azucena estilizada (símbolo de Florencia, por cuanto se halla en el escudo de la ciudad), en cuyo interior asoman dos flores. Con el propósito de subrayar y afirmar la independencia y el legítimo orgullo municipal, hallamos como única leyenda en el anverso el nombre de la ciudad, FLORENTIA. En el reverso aparece san Juan Bautista de cuerpo entero, con túnica y un largo manto, tal como lo describe la tradición: una prenda tejida con pelo de camello, un faldellín de piel en torno a las caderas y cabellos largos según los preceptos del nazareato (forma de consagración a Dios, que imponía asimismo la abstinencia de bebidas alcohólicas y otras formas de renuncia. Durante todo el período del nazareato la persona era considerada casi sagrada). Alrededor del santo aparece la leyenda S. IOHANNES B.. Los publicitarios de nuestros días no habrían podido imaginar algo más claro y sencillo en la imagen y, al mismo tiempo, directo y complejo en el mensaje: la moneda de Florencia, visto su gran prestigio y el amplísimo alcance de su comercio, pronto se hizo fácilmente reconocible gracias a su azucena. El santo del reverso no sólo proclama de modo expreso la personalidad política de la ciudad, sino que subraya también su pertenencia al mundo cristiano, elemento quizá más cultural que religioso, mensaje para exportarlo a las lejanas regiones pobladas por infieles e incrédulos. La reducción al mínimo de las leyendas permite una fácil identificación incluso por los analfabetos, numerosísimos pero entre los que se hallaban también expertos y ricos comerciantes. La sencillez de los tipos y su claridad evitaron por una parte la desconfianza y facilitaron una gran difusión, pero por otro lado permitieron y favorecieron una muy prolongada imitación del florín. Las falsificaciones las alimentaron también la bondad de esta moneda, así como la estabilidad y la riqueza de la ciudad emisora.
Las emisiones del florín ancho
Una única variante, y ciertamente no revolucionaria, vino dada por las emisiones del florín ancho a partir de 1422: se trata de una moneda de diámetro algo superior a las anteriores (20 mm en lugar de 18) y un poco más delgada, precisamente para no modificar peso y ley. Lo que hace muy variado y apasionante el coleccionismo de una moneda que en apariencia ha permanecido igual durante siglos, es la diversidad de pequeños símbolos situados en el reverso, arriba, a la izquierda del santo. Se trata de contraseñas de los maestros de ceca o de escudos que representan los diversos linajes florentinos que tuvieron la responsabilidad de la emisión (los maestros cambiaban cada trimestre y luego cada semestre). Estos signos nos ayudan muy a menudo a la determinación cronológica de los florines, siempre sin fecha. No cabe duda, en todo caso, de que gracias al estilo y los detalles del grabado se puede observar, a lo largo de todo el tiempo de producción de los florines, un progresivo desarrollo del tipo monetario, desde una forma netamente arcaica a las más hermosas y refinadas de los siglos xiv y xv.
El papel de los maestros de ceca
Los maestros de ceca supervisaban la acuñación de las piezas de oro o de plata. Como responsable de la emisión de plata de 1316 fue nombrado el famoso cronista Giovanni Villani, el cual, como apasionado y exacto compilador de fechas y sucesos, nos ha dejado el primer libro de la ceca o Fiorinaio. Éste nos permite reconstruir las operaciones de la ceca, los nombres de los magistrados, de los cequeros y de sus símbolos a partir de 1303. Este registro, sin embargo, no siempre es completo: guerras, epidemias y disturbios políticos son causa frecuente de unas lagunas que no resulta fácil colmar.
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