Otras monedas romanas anómalas
Estaban muy ligadas a la tradición romana las monedas VOTIVAS, que evidencian una costumbre muy interesante: cuando se elegían los cónsules, en el mes de enero, se acostumbraba formular públicamente votos (llamados augurios o auspicios) por la prosperidad del Imperio y la salud del emperador. En las emisiones anteriores a Cómodo (años 180-192), las monedas votivas se caracterizan por la iconografía del emperador en el momento de ofrecer sacrificios, solo o acompañado de sacerdotes. Después, estas monedas presentan dentro de una corona la leyenda que las caracteriza. También existen numerosas medallas votivas: solían ser de cobre y se producían con fines de ofrenda por parte de ciudadanos particulares, o por iniciativa de los colegios sacerdotales como premio de los juegos celebrados en honor de las divinidades.
Las monedas legionarias
En honor a las legiones, unidades militares cada vez más importantes para el designio expansionista romano, se crearon las monedas LEGIONARIAS. El primero en mandarlas acuñar fue Marco Antonio (muerto en el año 30 a. C.), quien quiso que en estas emisiones figurase el águila. Este animal era el símbolo de las legiones desde los tiempos del cónsul Mario (años 157-86 a. C.). Bajo Mario, la organización militar experimentó profundos cambios: el ejército, hasta entonces formado por pequeños terratenientes y con un papel defensivo, se transformó en un ejército de conquista, constituido por voluntarios que percibían un estipendio y, por tanto, eran
Fichas y tarjetas
Ya se ha insistido en que la moneda extrae su valor y su legitimidad gracias a la marca del Estado que la emite con la garantía de un peso y de una ley metálica, conforme al sistema metrológico oficial. En la Antigüedad, a menudo circulaban especímenes muy parecidos por su aspecto a las monedas, pero sin carácter de oficialidad y legitimidad. En Roma estaban difundidas unas fichas que servían, probablemente, para los cálculos contables del Estado. Otras se usaban para el juego privado y que representan, no sin ironía, a personajes dedicados a juegos como la morra. Otras fichas servían como entradas para los espectáculos circenses o teatrales. En estas últimas encontramos, con grandes caracteres, un número que va del 1 al XVI, circundado por una corona, que algunos interpretan como el correspondiente a la localidad destinada al espectador, mientras que otros lo consideran una indicación del valor (recordemos que 16 ases formaban un denario). La otra cara la ocupaba, por lo general, el retrato del emperador o de uno de sus familiares: resulta muy evidente la diferencia entre las piezas distribuidas en época altoimperial (Augusto y Claudio) y en el Bajo Imperio, que cubren un período que va de Juliano a Honorio (del siglo 111 al V). Estas fichas de bronce no existieron en los años que median entre Claudio y Juliano, y aparte hipótesis no del todo convincentes, no hay explicación para ese vacío. Otras piezas monetiformes llevan en una cara una medida de grano y en la otra un ánfora: estas fichas servían para recibir una ración de trigo @ Je vino. De hecho, son el equivalente de los mas recientes vales de racionamiento. Entre las tarjetas de diverso tipo que circulaban en Roma, recordemos también las SPINTRIE. Muy afines en su reverso a las fichas destinadas a entradas de teatro, en el anverso representan escenas eróticas. Probablemente, con estas tarjetas se pagaba en las casas de placer, pues hubiera constituido una ofensa casi sacrílega traspasar los. umbrales de uno de esos establecimientos con una moneda que llevara el retrato imperial. A menudo las spíntrie las distribuían los propios emperadores durante los juegos circenses, junto con otras tarjetas y con missilia, esto es, regalos que arrojaban al público. La circulación de las spintríe, que son extremadamente raras, aparece bajo Tiberio (años 14-37) y termina con el reinado de Domiciano (años 81-96).
Medallones, torneados y batidos
Durante todo el Imperio se batieron monedas de peso y módulo superiores a la norma, los llamados MEDALLONES, producidos en oro, plata y bronce. No se trata, como podría pensarse, de medallas: éstas por lo general son de fabricación privada, no están destinadas a la circulación y, por tanto, no están afectadas por las disposiciones en materia de iconografía, peso, módulo y ley metálica. De las medallas que conocemos, los medallones romanos poseen sólo una acentuada función celebrativa y conmemorativa. En realidad se consideran monedas a todos los efectos, por cuanto su emisión estaba garantizada por el Estado, y su peso era siempre un múltiplo del numerario oficial. Rarísimos bajo Augusto, los medallones son en cambio bastante frecuentes con Trajano, Adriano, los Antoninos y Cómodo (en el siglo 11). Se hicieron más esporádicos en los años siguientes, aunque se encuentran ejemplares hasta la caída del Imperio. La factura es en general muy cuidada: sus mayores dimensiones no admitían un grabado apresurado. La belleza y el cuidado aportados a estos medallones atestiguan su uso más probable: la ostentación de poder, la transmisión de un mensaje de prestigio y de honor que alcanzaba a quien los encargaba y al destinatario. Es verosímil que monedas fueran regaladas a personajes de relieve, como oficiales de las legiones, signatarios de la corte o emisarios de reyes bárbaros con los que los romanos se ponían en contacto durante sus conquistas. Aunque eran múltiples de la moneda oficial, su utilización no afectaba a los cambios: en efecto, se han encontrado muchos ejemplares de medallones montados en joyas con trabajos de la época. Sabemos además que se colgaban en las enseñas militares. A menudo los medallones de bronce presentan sólo el retrato del emperador en el anverso, mientras que el reverso permanece liso, y llevan una montura de metal diferente que aumenta su diámetro. Con seguridad, incluso sin el reborde, no eran de pequeñas dimensiones: del primer medallón que se conoce, acuñado bajo Augusto y de un valor de 4 áureos, se llega a las piezas por valor de 1 00 áureos acuñados bajo Heliogábalo (años 218 a 222). De la época de Constantino poseemos ejemplares de 8 sólidos, y de la época siguiente, múltiples de hasta 40 sólidos de oro y de plata. Son rarísimas en el mercado numismático las piezas del Alto Imperio, mientras que resultan relativamente más numerosos los ejemplares a partir de Galieno. Junto con los medallones, merecen recordarse los llamados TORNEADOS (medallones torneados), los cuales, pese a que en algunos aspectos se asemejen a los primeros (módulo ancho y efigie del emperador en determinados ejemplares), se diferencian por algunas característi cas fundamentales. Ante todo, no se trata d monedas, sino de auténticas medallas si curso legal. Además, el estilo de las representa ciones no es ciertamente cuidado y refinado como el de los medallones. Otra característie propia de los torneados es la gran variedad d los personajes representados: además de lo emperadores aparecen Homero, Pitágoras Demóstenes y también Minerva, Hércules Mercurio y el infaltable Alejandro Magno. E nombre torneado deriva de que las represen taciones del anverso y del reverso están delimi tadas por un surco hecho a torno, muy próxim al borde. No obstante, a menudo aparecen efigies de emperadores como Nerán y Trajano (siglos 1-11) por lo que se acepta comúnmente que esta medallas no se produjeron hasta los siglos IVEs controvertido, en cambio, su destino: algu nos hablan de fichas para la entrada en el circo pero en este caso su valor intrínseco resultaré desproporcionado. Muchos sostienen que s trata de peones de un juego que desconoce mos, basándose en que muchos de estos torneados sólo presentan desgaste en el reverso, como si se hubieran hecho resbalar repetidamente por algo semejante a un tablero o un paño. Otros más piensan que se trata de amuletos o medios de propaganda pagana, pero a esta última hipótesis se contrapone otra, no menos verosímil, que ve en ellos un significado cristiano. Muy incierta, y acaso estrechamente relacionada con el empleo de los contorneados, es la naturaleza de los bronces BATIDOS. Se trata de piezas de bronce del período imperial, que presentan todo el borde batido a martillo, a fin de realzarlo. La cantidad de batidos es notable, y hace pensar que el martillado pudo obedecer a un uso específico y no a simple vandalismo. !>
La ‘Damnatio memoriae’
Con todos los respetos hacia los histocadores modernos que se proponen despejar el campo de lugares comunes, son proverbiales las crueldades de Calígula (años 37-41) y Nerán (años 54-68). Obviamente, la personalidad de estos emperadores es mucho más compleja y rica, y durante su reinado conocieron incluso momentos de favor popular. No menos indiscutible es que la tendencia a una monarquía absoluta, la eliminación de numerosísimos parientes y ciudadanos y la crueldad de los pretorianos de los que se rodearon, atrajeron a ambos emperadores muchos detractores y enemigos. En las monedas, espejos fieles de la historia, se encuentran abundantes expresiones de la condena que recayó sobre los soberanos culpables de acciones crueles: sus retratos aparecen desfigurados y sus nombres, raspados y en ocasiones mutilados. Este es el caso, por ejemplo, de Calígula, cuyas monedas presentan el nombre de Caius convertido en aius, mientras que las de Nerón ostentan profundos surcos que afean la imagen. Sucedía a menudo que la damnatio memoriae (la condena del recuerdo) llevaba al borrado completo del nombre aborrecido, como se observa en algunas monedas de Tberio (años 14-37), en las que el nombre de Sejano está completamente raspado. Ello resulta del todo comprensible, puesto que este prefecto del pretodo, crudelísimo y ambicioso sobremanera, después de haber conquistado la confianza del emperador no dudó, por avidez de poder, en asesinar al único hijo de Tiberio, Druso Julio César.