En una época casi contemporánea de la del aes grave libral y semilibral (hacia finales del siglo IV a. C.), Roma acuña monedas de plata sirviéndose de las diversas cecas de Campania, una zona donde desde hacía siglos circulaba y se fabricaba moneda de plata. Los motivos de esta elección fueron de carácter práctico: los romanos, que aún utilizaban en su territorio nominal de bronce, se dieron cuenta, con el espíritu de concreción que les caracterizaba, de las manifiestas realidades del mundo de la Italia meridional. Para poder participar en los intercambios comerciales con las ricas ciudades de la Magna Grecia, Roma acuñó en varias cecas de Campania (Nápoles, Cumas y Capua) monedas con pesos y tipos no romanos, sino propios de las regiones meridionales y siciliotas. La serie de plata está basada en el tetradracma, que, con el tiempo, se caracterizó por leyendas y pesos diferentes: tenemos un didracma basado en el pie griego, de 7, 58 g de peso, acompañado de la leyenda ROMANO (que se encuentra a partir del año 320 a. C.), y otra de unos 6, 82 g que presenta la inscripción ROMA, (fines del siglo IV a. C.). Entre una y otra series se halla una tercera de transición que aún lleva la leyenda ROMANO, pero que ya tiene un peso reducido. Las monedas romanas de Campania cuentan asimismo con piezas de bronce: las primeras son algo posteriores al año 326 a. C., y también están caracterizadas por una leyenda en letras griegas o latinas que señala la acuñación como romana. A esta serie meridional pertenecen también monedas de oro rarísimas (en Roma, hasta la época de César, 100/44 a. C., el empleo de ese metal fue esporádico y excepcional). La elección de la iconografía de estas emisiones en plata es sintomático del deseo de integrarse en el circuito comercial griego; en la mayoría de los casos, remiten a la cultura griega o a la cartaginesa influida por modelos helénicos.
¿Por qué Roma imita modelos griegos o púnicos?
La voluntad de integrarse económicamente en el mundo de la Magna Grecia no es el único motivo de estas emisiones; con mucha frecuencia, en la base de las acuñaciones romanas está la necesidad de mantener guarniciones militares, Por lo que se refiere a esta zona geográfica, recordemos que después de la victoriosa tercera guerra samnita (298-290 a. C.), a los romanos se les abrieron las puertas de la Italia meridional, una región muy rica y civilizada, que Roma no tardó en incluir en su designio expansionista. Una antigua hostilidad entre lucanios y tarentinos se reavivó precisamente después de que fuerzas romanas se estacionaran en los confines de este territorio. En el año 282 a. C., los tarentinos, conscientes de las miras que los romanos tenían puestas en ellos, hundieron las naves romanas que se hallaban delante del puerto de la ciudad, con lo que la guerra se hizo inevitable. Es pues comprensible que el mantenimiento de contingentes militares in situ fuera uno de los motivos que impulsaran a la emergente potencia romana a acuñar una moneda adecuada a los usos locales, y que pudiera ser aceptada sin demasiadas dificultades por la población. Conviene subrayar que la moneda romana, sobre todo en esta primera fase, sigue la orientación, ya establecida en política, de una organización que, evitando los cambios violentos y radicales, persigue una adecuación y una absorción de los factores locales, llevando a cabo el fenómeno que los historiadores designan con el nombre de romanización, y que sin duda contribuyó a garantizar la prolongada estabilidad del dominio ejercido por m Roma. La última emisión romana en Campania se fecha casi generalmente hacia el año 289 a. C., y a juzgar por el número de ejemplares llegados a nosotros, tuvo enorme difusión, que probablemente continuó después de la introducción del denario: se trata del cuadrigado, así llamado porque en él aparece una cuadriga, tiro de cuatro caballos en fondo, enganchado a un carro y usado para celebrar triunfos o para disputar carreras, Este tipo de moneda presenta en el reverso la figura de Júpiter, con los símbolos del rayo y el cetro, en una cuadriga al galope guiada por la Victoria. Bajo esta iconografía se encuentra la leyenda ROMA, con letras en hueco o en relieve. El anverso de estas monedas presenta la efigie bifronte de un joven. De estas emisiones, siempre con valor de didracma, se conocen también las dracmas o medios cuadrigados, semejantes al numerario superior, pero con la cuadriga vuelta hacia la izquierda. Probablemente el cuadrigado se creó para los intercambios comerciales con el extranjero, puesto que muchas de estas monedas se han encontrado en España. Contemporáneo del cuadrigado, y muy semejante a él por la iconografía del anverso, es el oro del juramento. La característica de estas monedas, además del metal en que se acuñaron, radica en el tipo representado en el reverso. En una auténtica escena, bien organizada dentro de los límites del redondel, se mueven tres guerreros: uno lleva un lechón al sacrificio, que se ocupan de consumar los otros dos, armados de lanza y espada. En el exergo, Roma. Probablemente el cuadrigado o el oro del juramento hacen referencia a la victoria de Sentinum, en las cercanías de Camerino, en el año 295 a. C., contra los samnitas. Después de este encuentro, la Península itálica dejó de ser un confuso conjunto de pueblos y Estados enemigos entre sí, y se dispuso a convertirse en una sólida entidad política, con una compleja organización, !>
¿Por qué el nombre de Italia?
La península fue designada en el transcurso de los siglos con diferentes nombres, que aludían a su posición geográfica, a sus productos o a sus divinidades. Los griegos la llamaban Hesperia, o sea tierra del atardecer; Enotria, que significa tierra del vino, y también Saturnia, pues según la leyenda el dios Saturno (antigua divinidad itálica de las semillas) fue desterrado por Júpiter y se refugió en el Lacio, que tomó el nombre de saturnia tellus (tierra de Saturno). Ausonia, del nombre de los ausonios, que habitaban la región circundante del golfo de Nápoles, fue otra denominación usada para designar la península. Italia parece derivar de Italói, nombre griego que a su vez toma su origen de Vituli o Viteli, pueblo que ocupaba la punta extrema de la península, una zona al sur de la actual Catanzaro. Estas gentes se denominaban así porque tenía como tótem o progenitor el toro, que en latín se dice vitulus. Hasta el siglo V a. C. este nombre designaba sólo el territorio de los brucios, la parte meridional de Calabria. Luego el nombre se extendió a la Campania y Tarento, hasta que, hacia el siglo III a. C., tras las conquistas romanas, se aplicó a toda la región peninsular al sur del Magra (Liguria) y del Rubicón (Romagna). La Galia cisalpina, al norte de la línea de demarcación, no se incluyó en Italia hasta el año 49 a. C., cuando a los habitantes de esta región se les concedió el derecho de ciudadanía. Con la reorganización política llevada a cabo por Augusto en el año 27 a. C., las fronteras se ampliaron hasta la actual Niza (al Oeste) y a Istria (al Este). Hasta el siglo III d. C., el nombre de Italia excluía las islas adyacentes, que no fueron adscritas administrativamente a ella hasta los tiempos del emperador Diocleciano (que reinó de 284 a 305).
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